Como el viaje por Firenze, Bologna y Parma nos había dejado algo cansados, decidimos que el día siguiente lo dedicaríamos a algo más tranquilo, así que nos fuimos a Lucca, ciudad de la que ya os he comentado unas cuantas cosas en una entrada anterior (https://unaparolaoadina.wordpress.com/2010/07/18/sotto-le-mure/), así que no me voy a repetir, valga sólo un testimonio gráfico:
Como Lucca es pequeña y se ve más o menos rápido, por la tarde fuimos a Torre del Lago Puccini, el pueblo donde residió el compositor gran parte de su vida y donde compuso algunas de sus más famosas óperas, como La Bohème, Tosca, Madama Butterfly o la inconclusa Turandot, que comenzó allí antes de trasladarse a Viareggio, su última residencia.
La casa se convirtió en museo un año después de la muerte del compositor por deseo de su hijo. En ella se pueden ver todavía hoy el piano y la mesa que utilizaba para componer, en el mismo lugar que ocupaban entonces, así como innumerables objetos personales, fotografías, cartas e incluso la copia de la partitura de Turandot sobre la que trabajaba.
Hoy, el lugar está habitado por su nieta, Simonetta Puccini, con quien pude hablar durante la visita (lamentablemente me dio vergüenza pedirle una fotografía) y que nos comentó los planes que tienen para ella en el futuro: abrir cuando puedan la planta superior, con los dormitorios.
En fin, como dentro de la casa no se pueden hacer fotos, aquí os dejo unas cuantas del exterior:
Al día siguiente, como echábamos de menos el cansancio, nos decidimos por ir a hacer la ruta de Le Cinque Terre, una zona de la región de la Liguria, convertida en parque natural y que recibe su nombre de los cinco pueblos que recorren la costa del parque y por los cuales discurre el sendero: Monterrosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore.
Nosotros, en realidad, hicimos sólo la ruta de cuatro, desde Vernazza a Riomaggiore, saltándonos el tramo de Monterrosso a Vernazza por ser el más largo. Aún así, la caminata es de tres horas, sin contar el tiempo que paras en los diferentes pueblos o que dedicas a darte un bañito. El sendero transcurre por la montaña, a través de cuestas, escaleras, etc., que lo hacen bastante trabajoso en algunos tramos, sólo al final, entre Manarola y Riomaggiore se vuelve un agradable paseo. En mi caso, había que sumar el inconveniente de mi pánico a las alturas, que no me hacía sentir muy cómoda con los acantilados a mis pies (no como a Nemorino),
pero lo conseguí y me siento orgullosa de ello:
La verdad es que fueron dos días inolvidables, recomiendo a todo el mundo la experiencia, ya que la belleza de ambos paisajes es increible.
(Próxima entrega: últimos viajes y despedida, ohhhh).
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